jueves, 23 de febrero de 2017

Desde la frontera

"Las cosas más simples son a menudo las más reales." R.B.

Crónica de un viaje a la frontera.
Descubrí, al poco de pisar este país, que viajar a través de sus regiones iba a ser un placer para todos mis sentidos; y así ha sido viajar a Cúcuta (Departamento Norte de Santander). A pesar de que nos separen sólo un ciento de kilómetros las vías por las que se circula obligan a dedicar largas horas de carretera en los desplazamientos. Para llegar a Cúcuta desde Bucaramanga primero has de subir entre las montañas, recorrer el Páramo de Berlín y volver a acercarte al nivel del mar en la bajada. 
Estás un poco más cerca del cielo durante horas y en el Páramo recuerdas a que sabía el frío, el frío colombiano que en nada se parece (todavía) al invierno congelado de Salamanca. 

 


Páramo de Berlín

"Un tren de madrugada
consiguió trazar
la frontera entre siempre o jamás."
Para llegar a la ciudad de la frontera con Venezuela, a la que estos días los noticieros colombianos le ceden todo el protagonismo para tratar el cierre de fronteras y la inmigración venezolana. Cúcuta es una ciudad que a primera vista parece más ordenada en sus calles, con su catedral y plaza llena de palomas como centro vital de la ciudad. Cuando me preguntan que me ha parecido la ciudad me planteo cuan diferente se ve lo bello/bonito/atractivo en el otro continente. Si vienes a Colombia esperando encontrar monumentos cada tres calles, ciudades imperiales o patrimonios de la humanidad probablemente volverás decepcionada. Debes encontrar la propia belleza que cada paisaje te ofrece, la naturaleza está presente en cada rincón, cuidada y apreciada. Las calles huelen a comida y encontrarás empanadas, arepas, ensaladas de frutas y avenas a 1000 pesos cada cincuenta metros en pequeños puestos callejeros. Todo tiene color y suenan voces ofreciendo ofertas, los mercados principales están perfectamente dividos en áreas asi que no encontrarás una zapatería en medio del área de material escolar... El desorden comienza a ordenarse cuando empiezas a mirar quitándote las gafas de Europa, y créeme, las ciudades son preciosas.

Cúcuta

Para llegar a visitar "La Parada", el pueblo fronterizo, bastan 10.000 pesos invertidos en un taxi o elegir la buseta correcta que sube y baja constantemente por 3200. Las fotos no reflejan ni un poco de la realidad ni tampoco de los sentimientos que inundan a unos ojos europeos acostumbrados a fronteras que ni se ven ni se oyen, que se recorren con tranquilidad y gracia. La frontera física es un río y su puente, a un lado Venezuela y al otro lado Colombia. La fila de hormigas que lo recorren casi en una sola dirección y un pueblo lleno de tiendas de abastecimiento, cambio de moneda y farmacias. A la entrada un sinfín de mochilas llenas y bolsas que se revisan para asegurarse de que ningún paquete será decomisado en la aduana.




Y a sólo un par de kilómetros Villa del Rosario con su Templo del que queda su parte central debido a un terremoto en 1875.  Lugar dónde en ese histórico 1821 se realizó el primer congreso con  Simón Bolívar,  Francisco de Paula Santander y  otros personajes importantes en la  independencia de Colombia y Venezuela reunidos allí en el momento de firmar la Constitución de Cúcuta el 30 de agosto de 1821, cuyo objetivo principal era crear la Gran Colombia, unificando a las Provincias Unidas de Nueva Granada (actual Colombia) y a Venezuela.


Las palmeras, ese símbolo del indiano en España, aquí se cuentan por centenares




Primer artículo de la Constitución e integrantes. ¡Ojo! Cuidado a los que pueda ofender que su primer artículo sea dejar claro que no pertenecen a ningún otro estado (España= lugar de vándalos).
Y recorriendo el parque que rodea el Templo se encuentra la Casa de Santander,   lugar donde vivió durante sus primeros 13 años el militar y político colombiano héroe de la independencia Francisco de Paula Santander. Cabe esperar que los españoles no hayamos sido muy bien visto por tal militar ni sus tropas, encontrando dentro del Museo de la Casa referencias duras a España. Una, que creo que posee el don de no tener demasiado ridículo, acompañada de una abuela Santanderiana ha podido salir ilesa de la lectura de dichas lecturas. Sin olvidar que hace más de 200 años y que la historia ha ido borrando el rencor y dando paso a la fraternidad de la que se puede disfrutar ahora. 
El sábado , un pequeño cucuteño se acercó y me preguntó de dónde venía... "me fijé en usted y al principio con sus ojos azules pensé que era de Estados Unidos pero luego la oí hablar y ya supe que era española, yo quiero ir a España, su acento es muy bacano" Y eso, seguro, que no es odio.


Casa Santander

Jardines de la Casa Santander

Del viaje me quedo con muchas sensaciones y reflexiones relacionadas con el objetivo del viaje pero hoy quería recoger aquello que voy aprendiendo de la historia del otro lado del océano.
La reflexión nace de una frontera que separa familias y dos pueblos unidos por su historia que incluso llegaron a ser uno sólo para conseguir una independencia muy merecida, hoy preocupados por la delincuencia y la inmigración ilegal. Sin embargo, dos pueblos que se quieren y se añoran, y que no olvidan que en algún momento fueron hermanos.
Ojalá en Europa aprendiéramos mejor a ver al otro como algo más allá que el enemigo.
(Eunice, un anaquiño de Colombia canta para ti! Feliz 25+10!!!)
Y feliz día de la Psicología y aniversario de Fans del 2000.
Pintaos los labios bonitos! 

sábado, 11 de febrero de 2017

Pause

"Háblame de lo que has encontrado
en tu largo caminar
Cuéntame como te ha ido
si has conocido la felicidad" 

El 11 de enero me costaba conciliar el sueño pensando en cruzar el océano y el 11 de febrero, al otro lado del Atlántico y con seis horas de diferencia horaria, me muero por irme a la cama. Pero estamos en pause, para escribirse a una misma y a los que quieres, reflexionar y esbozar una sonrisa ( o dejar salir unas lágrimas).
Ahora, cuando pienso en esa mañana en Madrid todavía me entra un escalofrío. El instante en el que vi de frente el control de seguridad y me di cuenta de que no había vuelta atrás y que sólo volvería a cruzarlo seis meses después creo que me rompí un poco por dentro. El último abrazo de los de verdad (durante un largo tiempo, hasta encontrar "de verdad" al otro lado del océano).Me rompí de miedo, de ilusiones cumplidas, de sueños a punto de hacerse realidad, de valentía y de orgullo ; abrí mi mente y mi corazón todo lo posible para prepararme para la experiencia.
Y llegué.
Y ahora parecería que llevo aquí una eternidad, que soy una pieza exótica de un puzzle de un paisaje verde monte y ladrillo, pero pieza al fin y al cabo.Y mi corazón se ha ensanchado de acentro dulce y arepas, de paseos al anochecer, de abrazos de personas pequeñas y valientes, de historias duras pero verdaderas, de decisiones y oportunidades aprovechadas, de una Colombia desordenada a la que aún no he logrado encontrarle el orden pero que me tiene enamorada. Y he llorado de "saúdade", de impotencia, de superación, de no encontrarme...pero eso no me ha impedido ver un nuevo amanecer desde la terraza vestida con una sonrisa.He aprendido a dejar fluir; a dejar abiertos los brazos y los oídos para que quién quiera se refugie en ellos y a compartir(me) con quién lo hace.También estoy aprendiendo a perdonarme y a quererme un poco más, curioso darse cuenta que "el quererse" es un tarea para toda la vida. A permitirme caer y levantarme y a estar sola (y conmigo) cada día. Todavía me queda un largo camino por recorrer para desterrar a la culpabilidad de mi mochila vital pero sé que me debo un paseo de vez en cuando.

Tablas de multiplicar
"Tablas de multiplicar"

1/6 del tiempo ha sido agotado. Es el momento en el que tu mente empieza  a mandarle señales al corazón de que empiezan a añorar juntos, en consonancia, tiempo y sentimiento se van haciendo uno solo. ¡Gracias! Sobre todo a las que me leeis con tanto cariño y paciencia, por corregir mis tildes a distancia y por vivir este sueño conmigo. Os quiero.

"No hay amaneceres violetas sin ojos que los reflejen, ni largos caminos sin pies que los recorran." A.P.

domingo, 5 de febrero de 2017

día 27


"Que con tus pasos marcas un nuevo rumbo
en dirección a nuevas montañas que parecen menos altas
Con cada palabra que nace en tu garganta,
pequeña gran revolución" Izal


Colombia es un país que impresiona con su geografía desde el segundo en el que tu mirada se pierde por la ventanilla del avión y sólo logra ver montañas, verde y casas edificadas en lugares imposibles. Y es que a veces tienes la impresión de estar en un paisaje pintado con un realismo asombroso pero de escenario de cine. 
Bucaramanga es uno de esos paisajes: los colores, el blanco, el desorden, las casas de tres plantas en ladrillo y los edificios que se dibujan como torres de control en el horizonte, los autobuses que paran allá donde una mano se levanta en el camino y el enjambre de motos; pero si hay algo que destaca es su naturaleza.
Y de la naturaleza y de sus gentes va hoy este blog escrito con la nocturnidad de un domingo con ganas de llover y el sonido del ventilador de fondo. 

A los cuatro días de haber pisado territorio santanderiano tuve la suerte de subir a la Montaña de los Ermitaños, un lugar de culto en un entorno espectacular dónde descubrí que uno puede estar un poquitito más cerca del cielo en este país.

 La Cascada de las Golondrinas es una ruta de unos 7 kilómetros (ida y vuelta) que comienza en Piedecuesta (municipio que forma parte del área metropolitana de Bucaramanga) que ofrece una vista de la ciudad desde una altura máxima de 1500 metros y dónde se puede disfrutar de las cascadas del Edén y de las Golondrinas si te atreves a seguir adentrándote en la montaña.
Vista de la ciudad


Cascada de las Golondrinas

Cascada de la finca El Edén

Cascada las Golondrinas



Y por último, el Acua Parque Nacional Chicamocha (Panachi) que disfruté en la compañía de una argentina con la que comparto tiempo, espacio y antojos de pizza en los Hogares Teresa Toda. Se encuentra a una hora aproximadamente desde "Papi quiero piña" que es la parada desde donde salen los buses que van al Parque y a San Gil. Unas ocho horas de pura fascinación por el entorno, disfrutando de alguna actividad de riesgo, del teleférico que cruza el cañón del Chicamocha hasta la Mesa de los Santos y del acuaparque viendo como atardece entre un sínfin de montañas que nacen a tus pies.





Monumento a la santendereanidad y altura máxima del parque
Monumento a la santendereanidad  y altura máxima del parque.




Vista desde Mesa de los Santos

Teleférico



Acuaparque



Antes de llegar aquí ya había experimentado el efecto de la desconexión de la mente a través de la actividad del cuerpo, recuerdo a cada paso a quién me ha terminado de enseñar que los problemas y los nudos en el estómago hay que caminarlos para que sanen. Caminar ayuda a que Colombia se digiera en mi barriga y en mi corazón, a volver a la realidad con la que trabajo a diario con una nueva sonrisa y la mente más despejada, a echar "un poco menos de menos" a mi norte y a grabar a fuego a esta Colombia bonita y salvaje.
Ayer decoré mi habitación y es un poco (bastante) más mía